"El Señor me hizo una promesa: que iba a ser feliz. Y lo está cumpliendo por encima de mis expectativas"

Pablo García Félix es uno de los seis jóvenes que se ordenarán sacerdotes este domingo, a las 18:00 horas, en la catedral de Murcia

Pablo García Félix tiene 26 años y es natural de Lorca. Estudió en los colegios San Fernando y San José, culminando el Bachillerato en el Instituto José Ibáñez Martín. Hijo de Manuel y Ana Isabel, es el tercero de siete hermanos y vive su fe «de forma muy intensa» desde pequeño, acompañado de la III Comunidad Neocatecumenal de la parroquia de San Mateo a la que pertenece.

Una fe que desde la infancia ha ido creciendo en familia: «En casa hemos tenido una vivencia de fe muy potente y grande. Desde pequeñitos, a todos nos han transmitido la fe y siempre hemos sentido la parroquia como nuestra casa».

La vocación de Pablo «es algo innato» según confirmaba su abuelo al recordarle que, desde que era pequeño, él siempre decía que quería ser cura. De igual modo, un sacerdote amigo de la familia confesaba al joven que, en una ocasión, le preguntó si tenía novia, a lo que él contesto: «Yo no tengo novia porque lo que quiero es ser cura».

Toda una vida en el seminario

Con tan solo 12 años, entró al Seminario Menor San José invitado por un sacerdote de su parroquia: «Un día, se me presentó y me dijo: “¡Oye Pablo! ¿Tú te quieres venir al seminario?”. Yo le dije: “No sé qué es eso del seminario, pero bueno. ¡Vamos!”. A mí me daba un poco de vergüenza ir porque no conocía a nadie, así que, por no ir solo, me llevé a un primo mío», recuerda entre risas. De la vida en el Seminario Menor le atraían la oración, los fines de semana fuera de casa y los partidos de fútbol: «Yo entré al Seminario Menor, sinceramente, porque me lo pasaba muy bien. Jugábamos al fútbol, salía de mi casa un fin de semana entero, rezábamos, hacía amigos…».

Finalizados sus estudios de Bachillerato, en 2014, ingresó en el Seminario Mayor San Fulgencio. Durante su etapa formativa, Pablo declara haberse conocido mejor a sí mismo: «El seminario es un tiempo de desierto donde experimentas la soledad, donde a veces se pasa mal y donde te encuentras a ti mismo. Aquí he conocido lo que sale de mí, he podido experimentar cómo Dios me ha amado ahí, en lo que sale de mí, que muchas veces no es bueno». Un tiempo en el que también ha conocido más en profundidad a la Iglesia a la que servirá, a partir del próximo domingo, como sacerdote: «He podido ver cómo la Iglesia me ha acompañado en los momentos más difíciles de mi vida, cómo me ha acogido como a un hijo, cómo me ha amado. Por todo esto, a mí ahora mismo solo me sale agradecimiento a la Iglesia, porque he visto la gran misericordia que Dios ha tenido conmigo, y veo que Dios me pide que la lleve al mundo entero».

Pero los años en el seminario también han tenido momentos difíciles en los que experimentó las dudas en relación a su vocación: «¿Se estará equivocando el Señor con lo que está haciendo conmigo? Esa tensión que siempre tiene el ser humano con Dios, esa lucha, está ahí». Finalmente, Pablo encontró respuesta a su inquietud gracias a la ayuda de sus formadores y de la oración: «Luego me di cuenta de que era yo el que estaba intentando luchar contra la voluntad de Dios. Cuando puedes descansar y decir: “Ya está, Señor, hágase tu voluntad”, cambia todo; el sufrimiento lo experimentas y lo vives de una forma totalmente distinta, desde otra perspectiva. Lo que pensabas que era una injusticia no lo es, porque a mí me gustan las chicas y quería formar una familia y dedicarme a la música, ¿por qué no? Pero luego ves que lo que Dios te pide es lo que de verdad te llena y te hace feliz».

«¡No tengáis miedo, que esto es una maravilla!»

El 25 de julio del pasado año recibió el diaconado de manos del obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes, quien lo destinó a ejercer su ministerio en la parroquia de Santa Eulalia de Murcia: «Ha sido una experiencia maravillosa. He tenido la suerte de estar en una parroquia que tiene muchísimo movimiento, donde hay muchas comunidades neocatecumenales, un grupo de carismáticos, algunas cofradías… Lo he vivido como una experiencia de primer acercamiento a la vida sacerdotal real: el contacto con la gente, poder darles una palabra de esperanza y de aliento, acompañarlos, e incluso corregirlos. Y también de forma recíproca, porque a mí me ha hecho crecer muchísimo este tiempo de diaconado, especialmente las enseñanzas del párroco, Manuel Ros».

Pablo vive con nervios estos momentos previos a su Ordenación, asegurando, no obstante, que «son días muy bonicos» en los que, junto a sus compañeros con los que compartirá la celebración sacramental, ha intensificado su oración y centrado sus tareas en los preparativos del próximo domingo.

Quiere el futuro sacerdote dirigir un mensaje a los jóvenes: «Conozco a jóvenes y muchos están tocados por el Señor, y les da miedo. ¡No tengáis miedo, que esto es una maravilla! A pesar de nuestras debilidades el Señor es fiel, esa es mi experiencia. A pesar de lo débil que soy, de lo inútil que me he podido ver muchas veces, el Señor es fiel. El Señor me hizo una promesa: que iba a ser feliz. Y lo está cumpliendo por encima de mis expectativas».

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