Pregón La Paca 2009

Vecinos y vecinas, paqueros y paqueras, queridos amigos, muy buenos días a todos.

Vuelvo de nuevo a La Paca, y vuelvo en una hermosa mañana de septiembre, preludio de las fiestas patronales, para cumplir con la tradición y dar comienzo a unos días muy especiales para todos, por lo que se representan estas fechas en el ánimo y en el corazón de los que aquí vivís y de todos los que tenemos una especial relación con estas tierras del norte de Lorca.

Hace ya unas semanas que me anunciasteis que sería yo quien tendría el privilegio de ejercer como pregonero de estas fiestas y de poder dedicaros estas palabras nacidas del aprecio y del cariño que por todos vosotros guardo. Agradecido estoy, como siempre tengo que estarlo con los paqueros. Pero tener que realizar este pregón supone también un amable quebradero de cabeza para este humilde servidor. ¿Cómo podría condensar en unos pocos minutos todo lo que vuestra pedanía despierta en mí? ¿Cómo podría resumir en unas breves líneas tantas cosas vividas en La Paca, tantos momentos, tantas experiencias y tantas amistades fraguadas a lo largo de los años?

Pensaba en este día, en este pregón, y poco a poco iba articulando en mi cabeza las muchas cosas que quería deciros. Pero una jornada casual vino a despertar muchos sentimientos que creía dormidos por el dulce pasar de los años. Fue hace unas tres semanas, en ese fatídico día 17 de agosto en que el granizo atenazó las huertas del norte de Lorca. Esa misma tarde, recién caído el granizo, me desplacé a comprobar los desperfectos en las zonas más afectadas, comenzando por Avilés, donde los daños, como sabéis, han sido tremendos, por desgracia. Después visité Coy y Doña Inés, y ya para entonces había descubierto que el temporal había afectado mucho más de lo que se podía pensar en un primer momento. Entonces tomé la carretera para comprobar los daños producidos en La Paca. Y conduciendo hacia aquí, con el miedo en el cuerpo, se me vinieron a la cabeza aquellas dramáticas imágenes de hace unos años, los recuerdos que todos hemos intentado olvidar del terremoto que tanto dolor causó a esta tierra. Y recordé los daños, lo que supone perderlo todo, lo que es que el azar acabe los sueños y esperanzas. Llegué a La Paca y comprobé con satisfacción como el granizo apenas había dejado daños graves y celebré que esta vez la mala suerte hubiera pasado de largo.

Siento estar hablándoos de estos momentos tan tristes en un día como hoy que tiene que ser alegre, pero fue muy grande mi satisfacción al comprobar que La Paca no se había dañado, del mismo modo que fue grande mi indignación al ver lo que había sucedido en Avilés. Pero ese mismo día recordé el después del terremoto de La Paca. Recordé cómo los vecinos os unisteis para salir adelante. Recordé cómo no hubo ni uno, ni un paquero solo ante la adversidad, porque volvisteis a demostrar que la Paca no es un pueblo, sino una gran familia, donde todos os ayudasteis, sin importar nada más. Recordé vuestra unidad a la hora de reclamar la reparación de los daños y a la hora de tirar para adelante, hasta conseguir que las aguas volvieran a su cauce y que la normalidad volviera a dominar el día a día en La Paca.

Por eso, nuestros vecinos de Avilés, ante el grave daño sufrido, tienen que seguir vuestro ejemplo basado en la unidad y en el esfuerzo de todos los habitantes, porque ese es el mejor medio para luchar contra la adversidad. Mi consejo solo puede ser este: que recuerden lo que pasó en La Paca y recuerden cómo se solucionaron los problemas. Pero lo cierto es que lo que hicisteis no puede sorprender a nadie que conozca el carácter de los paqueros y paqueras, que conozca vuestra voluntad para remar en una misma dirección y vencer así a la adversidad.

Si un servidor, que por cuestiones de vecindad y afinidad os conoce desde hace décadas y que se precia de contar con muchos amigos de La Paca, si un servidor tuviera que destacar un único rasgo vuestro, señalaría sin dudar vuestra unidad, que es lo que os hace especiales. Porque La Paca no es una pedanía más de Lorca, sino que con el paso de los años ha llegado a ser un pueblo destacado, conocido y admirado. Sobre una Historia milenaria que abarca desde la Edad de Bronce y desde la Cultura del Argar, como demuestran los yacimientos de El Castillico, pasando por el dominio romano y ascendiendo por los siglos y siglos, La Paca ha llegado hasta la actualidad rezumando vida, y convirtiéndose en un paraje encantador y agradable, hospitalario y amable, un lugar donde da gusto estar. Y ello se debe a vosotros, a los vecinos, a los auténticos culpables de que a todos nos guste tanto estar aquí. Yo, como ya he dicho, llevo muchos muchos años disfrutando de vuestra tierra y de vuestra compañía, y es ese un placer que no cambiaría por nada del mundo.

Pero hay una fecha en la que visitar La Paca se hace más imprescindible que nunca: estos días de fiesta que en honor a la Virgen de las Huertas celebráis. Vuestro carácter hace que seáis capaces de realizar un festejo tan importante como este, en el que todo sale a las mil maravillas y en el que cualquiera, vecino o amigo, visitante o foráneo, se lo pasa siempre de lujo. Si todo lo hacéis bien, no ibais a ser menos en estos días tan felices. Además, sabéis compaginar con maestría las dos partes de las que se compone esta celebración: el ocio y el sentimiento. Porque habrá tiempo para disfrutar con la música en directo, el baile y la gastronomía, que tanto nos reconforta a alguno. Pero la parte esencial de las fiestas, lo sabemos está compuesta por todo lo que gira en torno a la Patrona, a nuestra Virgen de las Huertas. Porque lo que por Ella sentimos es mucho más que devoción; es amor lo que brota como un poderoso manantial en nuestro corazón, porque es a Ella a quien imploramos, Ella a quien nos encomendamos, Ella en quien confiamos. Poder estar aquí, en la radiante mañana paquera recibiendo la amorosa mirada de la Virgen, mirada de madre sufrida y orgullosa, es una sensación que engrandece el alma y atenaza cualquier pena. Por ello, os tengo que dar las gracias, porque es esta una experiencia inolvidable para quien comparte con vosotros un mismo sentir y goza del mismo estremecimiento que se produce cuando, hombro con hombro, los vecinos balanceáis dulcemente a la Patrona, demostrando que está viva en nuestros corazones.

Por eso, tengo que gritar ahora ¡¡VIVA LA VIRGEN DE LAS HUERTAS!!

Por esta oportunidad que me habéis brindado tengo que daros, de todo corazón, las gracias. Que vosotros, los vecinos, hayáis pensado en mí para realizar este pregón me llena de orgullo, y me hace pensar que, desde el Ayuntamiento, estamos haciendo las cosas bien. Gracias, amigos, gracias.

Creo que ya va siendo hora de que concluya este pregón, pues, como dijo aquel poeta, “lo bueno, si breve, dos veces bueno” y, además, son muchas las cosas que tenemos que hacer en esta mañana, como disfrutar del aperitivo y empezar a celebrar. Pero no podría finalizar una intervención en La Paca sin felicitar a las asociaciones vecinales de esta diputación, que tanto y tan bueno hacen por mejorar todo lo que en vuestro pueblo ocurre; sea pues mi felicitación para la Asociación de Vecinos, de Mujeres, de Mayores y de Jóvenes, porque su trabajo no cae en saco roto y porque todo lo que realizan mejora considerablemente estas calles y la vida en La Paca. Y a todos los vecinos, enhorabuena por todo lo que hacéis, por esa forma en que nos acogéis a los visitantes y, en definitiva, por ser como sois.

Gracias, muchas gracias, por haber confiado en mí para realizar este pregón, y que estas fiestas sean inolvidables.

¡¡VIVA LA VIRGEN DE LAS HUERTAS!!

¡¡VIVA LA PACA!!

¡¡VIVAN LOS PAQUEROS!!

Muchas gracias amigos.

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